¿Cómo puedo dejar de pelearme con mi hijo?

Wendy - Vídeo de apoyo a los padres de TYP para el sitio web de FSS

La crianza de los hijos puede ser una lucha...

Ser padre o madre no es fácil, y puede ser uno de los trabajos más duros que se hagan. Cuando hay una interrupción en la relación con su hijo, y se producen conflictos, esto puede aumentar la tensión en la relación que tiene con su hijo. Como padre, es posible que te preguntes: ¿podré pasar un día sin pelearme con mi hijo?

No estás solo. Todos los padres tienen problemas con sus hijos a veces. Hay muchos factores que contribuyen a los trastornos que se producen en la relación entre padres e hijos. Pueden ser aspectos como la edad de tu hijo, su temperamento o etapa de desarrollo, o su sensibilidad a las emociones. Sin embargo, también tienes que tener en cuenta tus propios factores que podrían estar contribuyendo a esas discusiones que se producen. Estos factores pueden incluir sus mecanismos de autodefensa o sus desencadenantes, o posiblemente su forma de responder a las situaciones, o incluso su capacidad para hacer frente a los factores de estrés diarios a los que nos enfrentamos como padres.

¿Afecta mi propio pasado a mi forma de actuar?

Tal vez tus raíces y tu educación en la infancia, así como tu forma habitual de reaccionar o responder, estén afectando a tu capacidad de pensar con claridad en situaciones de mucho estrés, o cuando estás viviendo una confrontación con tu hijo. No te preocupes, es una respuesta normal. A medida que avanza la relación con su hijo, puede notar que sus propias heridas de la infancia comienzan a salir a la superficie, ya que sus hijos le recuerdan inadvertidamente esas profundas heridas entrelazadas que usted tiene.

Podemos esperar que nuestros hijos actúen de manera que nos hagan caer en el precipicio a veces. Por eso, es nuestra responsabilidad como padres mantenernos alejados de ese borde.

Entender las razones por las que discuten con sus hijos puede ayudar a suavizar estas situaciones y a influir en la forma de reaccionar ante ellas. Es habitual que, como padres, sintamos que nuestros hijos se comportan a propósito para sacarnos de quicio. Sin embargo, el comportamiento de nuestro hijo no puede ser la causa de nuestra respuesta, sino que esas viejas heridas resurgen a través de los desencadenantes que encontramos.

Huida o lucha

Pensemos en la terminología de las respuestas de lucha o huida, en las que nuestro cuerpo entra automáticamente en modo de supervivencia; estas sensaciones se producen para evitar sentirse incómodo en el momento, pero no es una emergencia real, como nuestro cuerpo nos hace creer.

La forma en que respondemos a nuestras emociones se refleja en nuestros hijos. Nuestros hijos también tienen emociones. Está bien sentirse herido, disgustado, decepcionado o enfadado a veces; sin embargo, también es importante reconocer cómo expresamos esas emociones y hacerlo de forma significativa y constructiva.

Mejores formas de responder

Por ejemplo, en lugar de reaccionar a una situación con su hijo, sea proactivo en sus respuestas. Empieza a reconocer cuándo es el momento de tomarse un respiro, de dar un paso al lado o de pedirle a tu hijo que también se tome un respiro. Tómate esos minutos para calmarte. Cuando nuestros cuerpos están en un estado más tranquilo, es mucho más probable que respondamos con pensamientos claros, en lugar de responder emocionalmente, en el calor del momento. Este momento de calma puede darte la oportunidad de escuchar por qué tú y tu hijo estáis disgustados y de examinar cuáles son tus necesidades, o las de tu hijo, que no están siendo satisfechas.

Tomarse un respiro no significa que el problema no se resuelva o que se olvide durante mucho tiempo. Más bien, cuando somos capaces de reconocer claramente las emociones que sentimos, podemos empezar a verbalizarlas con nuestro hijo, y animar a nuestros hijos a regular también sus emociones.

Las palabras importan

Cuando estamos dispuestos a expresar lo que sentimos con nuestros hijos, puede ser útil ser conscientes del tono que utilizamos y de nuestra elección de palabras. Cuando el lenguaje que utilizamos se consume con palabras muy cargadas, acabamos intensificando la discusión, en lugar de hablar desde la calma. La mayoría de las veces, esto implica dar amenazas poco razonables que, en última instancia, socavan nuestra autoridad como padres. Evita sentirte apurado para dar una consecuencia; tómate un momento para calmarte, para poder escuchar a tu hijo, y responder a su comportamiento con razón y respeto.

Aprende a elegir tus batallas y a estar abierto a reconocer tus propios errores y a asumir la responsabilidad cuando puedas ser parte del problema. Si esperamos que nuestros hijos se disculpen, nosotros, como padres, también tenemos que reconocer cuándo es el momento de decir "lo siento".